lunes, 11 de enero de 2016

La fiebre por los drones dispara las ventas estas Navidades




«Un regalo especial para Navidad: compra un Phantom 3 por 149 dólares». Este es uno de los múltiples reclamos que invaden desde hace meses internet, en donde se multiplican los sitios que ofrecen la venta de drones. Es el caso de myfirstdrone.com, una página web en la que puede encontrarse todo tipo de facilidades para los profanos en la materia que quieran lanzarse a la aventura.
La fiebre por los pequeños aparatos voladores se ha disparado estas Navidades, en las que ni siquiera el precio es obstáculo para que cualquier aficionado norteamericano haga realidad su sueño. La variedad es amplia, desde los 20 hasta los 3.000 dólares, un recorrido que da opción a todos los bolsillos.

La explosión de adquisiciones de drones en Estados Unidos va a suponer estas fechas unas ventas entre 400.000 y un millón de ejemplares, según se tenga en cuenta a la Asociación de Consumidores de Tecnología, más prudente, o a la FAA (Administración Federal de la Aviación, en sus siglas en inglés), que eleva la previsión a más del doble de aparatos vendidos.

«Espectacular»

En España la tendencia es similar. En lo que va de campaña de Navidad, las ventas de drones se han disparado un 40% con respecto al año pasado. «El incremento de la demanda es espectacular y va acompañada también a una mayor variedad de modelos», explica a ABC, Daniel Bayón, CEO de Juguetrónica, una de las mayores distribuidoras de juguetes electrónicos y gadgets en España. Bayón explica que esta demanda creciente se debe sobre todo a la simplificación de los modelos y las nuevas prestaciones que ofrecen. «Cada vez son más sencillos de volar y permiten hacer más cosas con ellos como ver las grabaciones de vídeo en tiempo real en el smartphone, rodar por el techo o incluso echar batallas en el aire», explica.
El auge de las ventas de estos aparatos en Estados Unidos mantiene en alerta a la Administración Federal de la Aviación. La FAA calcula un mayor número de drones en manos de nuevos propietarios estas Navidades y por eso se ha propuesto velar a rajatabla por el cumplimiento de la novedosa norma, aprobada para ordenar el caótico espacio aéreo con el que amenaza la proliferación de ingenios. Baste precisar que, desde ahora, pagando unas decenas de dólares, cualquier aficionado podrá elevar su dron hasta los 10.000 pies (más de 3.000 metros), una altura respetable en la que competirá con cualquiera de los aparatos de aviación que surcan los cielos de Estados Unidos.

Un registro obligatorio en EE.UU.

Para establecer algo de criterio, desde la semana pasada, existe un registro en el que es obligatoria la inscripción de aquellos aparatos que alcancen la media libra de peso (poco más de 227 gramos), para lo que basta con acceder a su página web y abonar cinco dólares. Prueba de que la agencia no se anda con bromas, en un país en el que el cumplimiento de la ley es norma básica asumida, el propietario de un dron que no registre su aparato se arriesga a afrontar una pena de tres años de prisión y multas de hasta 250.000 dólares (más de 227.500 euros). Además, el registro del ingenio deberá ser renovado cada tres años.
La FAA pretende combatir así el potencial riesgo que conllevan estos aparatos voladores de violar la privacidad, así como de interferir en la trayectoria de los grandes aviones, con el consiguiente riesgo que supone para los aparatos comerciales y militares.

«Todos van a volar al mismo tiempo»

En un país en cuyo espacio aéreo hay habitualmente unos 250.000 aparatos de vuelo, entre aviones, avionetas o helicópteros, comerciales y militares, que solo estas Navidades los nuevos drones vayan a rondar el medio millón supone algo más que un cambio. Como apunta Keith Kaplan, consejero delegado de Unmanned Ariel Vehicle Systems Association, «todos van a volar al mismo tiempo, por lo que también el nuevo piloto (de drones) tiene que ser un piloto responsable».
Stephen Gowdy, jefe de pilotos de la compañía Gowdy Brothers Aerospace, lamenta que los drones hayan cosechado una «mala imagen» incluso antes de ponerse a funcionar, porque «convierte en triste» una situación que a su juicio debería implicar el reconocimiento a un extraordinario invento gracias a las nuevas tecnologías.

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