miércoles, 11 de mayo de 2016

Qué ocurrirá cuando los niños descubran su biografía digital

Los primeros bebés de Facebook acaban de cumplir 12 años y están descubriendo la huella digital que dejó su infancia publicada por sus padres. Algunos podrían verlo como un problema.




La imagen de una ecografía en su icono de WhatsApp anunciaba que la familia se ampliaba. Cuando Ane tuvo a Oihan, el 27 de enero pasado, publicó en su muro de Facebook una foto en la cama del hospital, sonriente junto a su bebé recién nacido. En cuestión de minutos, la foto era accesible a cientos de personas. Esa fue una de las 250 millones de imágenes que la plataforma almacenó ese día en sus buscadores.
Las cifras hablan por sí mismas. La realidad es que todo está a un click,
sin embargo, lo que parece una inocente costumbre de compartir la alegría con los amigos suscita reflexiones y plantea interrogantes entre los expertos. ¿Y el derecho a la privacidad de ese bebé? ¿Qué consecuencias puede traerle en el futuro? ¿Quién ve esas fotos? ¿Qué pensarán esos niños al descubrir de adultos que parte de su vida ha sido compartida globalmente?
Nuestro rostro se ha convertido en nuestra huella dactilar. Y es que según apunta Maria Villarino, abogada en Alluitz abogados, una imagen es “probablemente el dato más personal que tenemos”. Según acaba de demostrar un experimento realizado por un fotógrafo ruso ya es posible identificarnos con una simple imagen que alguien nos tome sin permiso en la calle. Egor Tsvetkov capturó los rostros de gente anónima en lugares públicos y rastreó a esas personas en redes sociales con un programa de reconocimiento facial (FindFace). Así creó el proyecto Your Face is Big Data, que evidencia cómo nuestra intimidad queda al descubierto con tan solo un par de clicks. Solo con tomar una imagen descubrió de una manera sencilla una enorme cantidad de información personal, como profesión, aficiones, edad y lugar de residencia de aquellas personas anónimas.
“Los datos de carácter personal son algo inherente a la persona, nunca nadie debería de publicar nada sin nuestro consentimiento. Es una rama del Derecho tan nueva que no sabemos cómo acabará derivando con el tiempo. Lo que tenemos claro es que si acabas de nacer y tu madre o tu padre están subiendo fotos tuyas, de alguna manera están vulnerando tus derechos fundamentales sobre tu propia imagen”, explica Villarino. Esta experta en protección de datos, considera que con este tipo de publicaciones "no se está teniendo en cuenta al menor. No sabemos lo que va a pasar con esa imagen dentro de 10 años y en qué entorno se está publicando. Si yo tengo un grupo de WhatsApp yo puedo controlar donde puede estar mi información hoy, pero no puedo controlar donde estará la información dentro de media hora. La trazabilidad de esta información es muy complicada. Un padre debería ser prudente con la imagen de su hijo".
Según apunta Iker Totorika, del equipo de Psicox en Bilbao, "algunos piensan que quizá se exagere, pero lo cierto es que hemos pasado de compartir un álbum de fotos en el ámbito familiar a nivel global. Las redes sociales no han provocado esto, esta necesidad de compartirlo todo, este exhibicionismo estaba ahí, lo que han hecho es facilitarlo. Lo que se busca es una reafirmación de nuestras convicciones, es una conducta que se mantiene por simple esfuerzo. La conducta que te refuerza la mantienes y la amplificas. Las redes sociales han facilitado el poder exhibir nuestros logros. ¿Puede causar esto un conflicto familiar? Quizá por sí solo no, pero puede ser una razón para que haya un conflicto cuando los niños crezcan".
Pero, ¿qué piensan los protagonistas de estas imágenes?  Ahora que los primeros bebés de Facebook y Youtube (que se crearon en 2004 y 2005 ) tienen 12 años y los niños de Instagram (que se creó en 2010) apenas están en primaria, los familias están empezando a plantearse la cuestión de cómo se sienten los hijos acerca del álbum digital de sus primeros años de vida. Un grupo de investigadores universitarios de Washington y Michigan pidieron el pasado marzo a padres e hijos que describieran las reglas que las familias deberían seguir en su relación con la tecnología. Se estudiaron 249 parejas de 40 estados con niños de edades entre los 10 y 17 años: aproximadamente, un tercio de los niños pensaron que debería haber reglas acerca de las cosas que los padres comparten en redes sociales. Además, indicaron que en la mayoría de ocasiones los contenidos les resultaban embarazosos y se sentían frustrados por no poder hacer nada al respecto.
"En el caso de los menores, la personalidad está todavía en desarrollo, están creando su propia identidad. Cuando ponemos sus fotos y su información les estamos creando una identidad online, que normalmente no es real, porque tendemos a exagerar lo bueno, a fingir algunas cosas. Estás creando una identidad que no es la verdadera y esto puede acarrear problemas. Además estamos exponiendo una información a un público que puede ser tus futuros jefes, tu futura pareja, tus futuros hijos"…, matiza Totorika.
¿Pueden clamar los niños por su derecho a la privacidad?
"El ámbito doméstico, en el que no hay lucro, es un ámbito de baja posibilidad de sanción, porque la  norma de protección de datos no prevé sancionar a un padre con respecto a su hijo. Pero aquí entra en juego la ley del menor", recuerda Villarino. "Una vez que publiques un vídeo o una foto en una plataforma pública asumes que esas plataformas pueden utilizar esa información para sus propios fines. Hoy en día cualquier red social que conocemos anda muy al día con su avisos legales porque están siempre infringiendo", argumenta.
La realidad, dice Villarino, es que la mayoría desconoce la letra pequeña de estas plataformas: "Somos muy idealistas, porque pensamos que las cosas pueden ser gratis y no pasa nada. Si te imprimes el aviso legal de Facebook te sorprenderás de que en un punto de sus 120 páginas dice que se guarda la posibilidad de que si eres una persona con mucha repercusión mediática pueda hacer con esa información lo que considere, desde un libro hasta una película".
Nuevo reglamento
El crecimiento de la huella digital de los menores aumenta la preocupación sobre la privacidad, el acoso y la información que estamos dando a las empresas. El Parlamento Europeo dio el 14 de abril el visto bueno definitivo a las nuevas reglas europeas en materia de protección de datos (La Ley Orgánica de Protección de Datos data de 1992, pero tiene un reglamento de desarrollo de 2007) . La reforma pretende devolver a los ciudadanos el control de sus datos personales  y garantizar en toda la UE unos estándares de protección adaptados al entorno digital. El objetivo del nuevo reglamento es dar más control a los ciudadanos sobre su información privada en un mundo de teléfonos inteligentes, redes sociales, banca por internet y transferencias globales.
Sin embargo, en palabras de Maria Villarino, "la teoría dice que determinadas páginas web tienen que estar validadas para mayores de 14 años. Pero la realidad es que cualquier niño de 10 años va a entrar en internet. Si no tienen unos filtros parentales que hagan que haya determinadas páginas a las que no puedan acceder la realidad es que van a acceder. La teoría es clara, pero en la práctica los menores acceden a internet sin el amparo de los padres".
Por ello, el nuevo reglamento persigue otro tipo de estrategias de seguridad. "Se va hacer más énfasis en la seguridad desde el diseño en el arranque de la página. Por otra parte, que no sea tan accesible por un tercero poder acceder al rastro que van dejando por la red".
En este sentido, Villarino subraya que nos exponemos más de lo que debiéramos sin saberlo. "Por ejemplo, se ha convertido en algo muy cotidiano subir una foto a Instagram, pero se trata de una herramienta muy vulnerable, porque yo puedo copiarme la imagen al momento y, en este sentido, no sabemos cuántas personas han copiado tu imagen. ¿Cómo va a perseguir eso? La norma va detrás de la tecnología".
Consecuencias y recomendaciones
Ciberbullyng (acoso a través de internet), ciberbaiting (niños que enfadan a sus profesores para grabar sus reacciones y difundirlas), grooming (prácticas para engatusar a menores con fines sexuales), sextorsión (chantajes para no difundir fotos comprometidas)...Son peligros de los que expertos en seguridad alertan a los padres que comparten contenidos sin conocer los riesgos.
Para hacer frente a todas estas realidades es primordial conocer en profundidad el alcance de la tecnología y la colaboración entre las familias y los centros educativos. "Tenemos una población tecnológicamente analfabeta, que tiene el último dispositivo sin conocer los riesgos, por lo que trasladamos a los menores un riesgo cero. Un menor tiene acceso a la tecnología a partir de 7-8 años de manera cotidiana. Desde los 8 a los 12 años tenemos cuatro años muy valiosos para que ese menor entienda y comprenda el alcance de la tecnología, para que no nos encontremos en el futuro con situaciones mucho más complicadas que hoy", concluye la abogada vizcaína.

Fuente: eitb


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